Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea compiten por el control del relato en el Sahel
La región del Sahel se ha convertido en un escenario clave de la lucha global por la influencia, donde potencias como Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) se disputan el dominio de la narrativa pública a través de estrategias de desinformación. En los últimos años, la manipulación informativa en estos países africanos ha crecido de manera preocupante, conformando un entorno mediático marcado por la injerencia extranjera, la instrumentalización de agravios históricos y la lucha por los recursos naturales.
- Rusia, China, Estados Unidos y la Unión Europea compiten por el control del relato en el Sahel
- Manipulación de imágenes y noticias: el caso de Tanzania
- El auge de la desinformación extranjera en el Sahel
- Estados Unidos y Turquía: actores emergentes en la batalla por la narrativa
- Una red compleja de intereses y actores
- Temáticas recurrentes y arraigo en la memoria histórica
- China y Rusia: entre la infraestructura y el extractivismo
- La dimensión moral y el uso político de la identidad
- El papel de los medios y el idioma en la propagación de la desinformación
- Combatir la desinformación: el reto de fortalecer los medios locales
- Conclusión
Manipulación de imágenes y noticias: el caso de Tanzania
Un ejemplo reciente ilustra la sofisticación de estas estrategias. En octubre de 2025, circuló en redes sociales una fotografía que supuestamente mostraba enfrentamientos entre la sociedad civil y la Policía en Tanzania durante las elecciones presidenciales. No obstante, la imagen era en realidad de una protesta en Nairobi, Kenia, tomada meses antes, y la bandera original pertenecía a Kenia, no a Tanzania. El objetivo: hacer creer a la opinión pública en la existencia de una revuelta en Tanzania. Este tipo de manipulación es representativo de la proliferación de noticias falsas y desinformación en la región.
El auge de la desinformación extranjera en el Sahel
El Servicio Europeo de Acción Exterior (EEAS) lleva tres años monitorizando incidentes de desinformación en el Sahel, especialmente aquellos asociados a Rusia y China. Según su informe anual de 2024, de los 505 casos identificados en 90 países, una parte considerable ocurrió en naciones sahelianas como Mali, Níger y Burkina Faso. Estos países, junto con Senegal, Mauritania, Nigeria, Chad, Sudán y Eritrea, han experimentado transformaciones políticas significativas, muchas veces acompañadas de violencia y cambios en las alianzas internacionales.
El Sahel es, además, un terreno fértil para la competencia geopolítica. El respaldo de Rusia a los recientes golpes de Estado en Mali, Burkina Faso y Níger ha derivado en la expulsión de empresas europeas y el aumento de la presencia de compañías rusas y chinas. Según el EEAS, la desinformación promovida por Moscú y Pekín busca alejar a la UE de los nuevos gobiernos y proteger sus intereses económicos y estratégicos en la región.
Estados Unidos y Turquía: actores emergentes en la batalla por la narrativa
Si bien la atención se centra principalmente en Rusia y China, otras potencias como Estados Unidos y Turquía también han recurrido a la desinformación para fortalecer su posición en el Sahel. Investigaciones periodísticas han detectado campañas de manipulación ligadas a Washington y Ankara, aunque la UE aún no las estudia con la misma profundidad que las impulsadas por Rusia y China. Según expertos locales, la influencia estadounidense suele ser más sutil, mientras que Turquía, junto a Arabia Saudí, promueve ciertas ideologías y agendas, aunque sin llegar a ejercer una injerencia directa.
Una red compleja de intereses y actores
Desenmascarar estas injerencias resulta un desafío, ya que la desinformación fluye a través de redes complejas que involucran tanto actores extranjeros como líderes locales interesados en manipular la opinión pública. El rastro de una noticia falsa o una imagen manipulada puede perderse entre páginas web de propiedad opaca y campañas coordinadas en redes sociales, dificultando la labor de quienes buscan esclarecer el origen y los intereses detrás de estas acciones.
La convergencia de intereses entre potencias externas y líderes locales complica aún más el panorama. En muchos casos, la desinformación extranjera se alinea con los objetivos de sectores internos que buscan legitimar su poder o desviar la atención de problemáticas domésticas.
Temáticas recurrentes y arraigo en la memoria histórica
Las campañas de desinformación en el Sahel suelen centrarse en argumentos que encuentran eco en la historia y la realidad social de la región, como el neocolonialismo, el extractivismo y las críticas a los movimientos LGTBIQ+. El concepto de neocolonialismo, definido por el expresidente ghanés Kwame Nkrumah como la fase en la que una excolonia parece independiente pero en realidad sigue bajo el control de potencias extranjeras, es el eje de muchos mensajes propagados por Rusia y China.
Estos discursos se ven reforzados por la memoria colonial aún viva en el Sahel y por la percepción de que la cooperación europea no ha traído beneficios tangibles para la población local. La explotación de recursos como el petróleo, el uranio, el cobre, el litio, el cobalto y el oro ha sido históricamente controlada por empresas europeas, especialmente francesas, lo que alimenta el resentimiento hacia el legado colonial. Sin embargo, Rusia y China también buscan asegurar su acceso a estos recursos, en muchos casos replicando prácticas extractivistas similares.
China y Rusia: entre la infraestructura y el extractivismo
China ha complementado su avance económico con grandes proyectos de infraestructura que facilitan la movilidad y el comercio en la región, lo que contrasta con la visión negativa sobre su papel extractivista. Sin embargo, incidentes como el colapso de una mina de oro operada por una empresa china en Mali, que causó la muerte de decenas de trabajadores, muestran que los riesgos y controversias no son exclusivos de las potencias occidentales.
En paralelo, grupos paramilitares rusos como el Grupo Wagner, ahora denominado África Corps, han estado involucrados en la protección de explotaciones y rutas comerciales, a menudo en medio de episodios violentos. La estrategia de desinformación consiste en desviar la atención de las propias acciones acusando a otras potencias de peores prácticas.
La dimensión moral y el uso político de la identidad
Además de los aspectos económicos y políticos, la desinformación aborda cuestiones morales, como la defensa de la familia tradicional frente a los movimientos LGTBIQ+, presentados como una amenaza importada desde Occidente. Este tipo de mensajes, que forman parte del discurso sobre el «declive de Occidente», buscan polarizar aún más a las sociedades sahelianas y reforzar la narrativa de que la influencia europea es perjudicial.
El papel de los medios y el idioma en la propagación de la desinformación
La estructura mediática del Sahel sigue reflejando las relaciones de poder heredadas del colonialismo, con agencias de noticias extranjeras dominando el flujo informativo. El acceso a la información está condicionado, además, por el predominio de lenguas europeas como el francés, inglés y portugués, lo que excluye a buena parte de la población rural que se comunica en idiomas locales. Esta desconexión facilita la propagación de bulos y dificulta la construcción de una narrativa propia y veraz.
Combatir la desinformación: el reto de fortalecer los medios locales
Expertos y periodistas coinciden en que una de las formas más efectivas de combatir la desinformación en el Sahel es apoyar e impulsar proyectos informativos locales, que puedan ofrecer una visión genuina de la realidad y contrarrestar la influencia de potencias extranjeras. El fortalecimiento de medios autóctonos, la promoción de contenidos en lenguas regionales y la formación en verificación de datos son pasos esenciales para recuperar el control del relato y reducir la vulnerabilidad ante la manipulación informativa.
Conclusión
El Sahel es actualmente un tablero geopolítico donde la lucha por los recursos, la influencia política y el control de la narrativa se entrelazan con la historia y las aspiraciones de sus pueblos. En este contexto, la desinformación se ha convertido en un arma estratégica utilizada por potencias globales para moldear percepciones y asegurar sus intereses. La respuesta pasa por fortalecer el periodismo local, fomentar la educación mediática y construir una narrativa propia que refleje las realidades y necesidades de la región.
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