La jerga de las «liquidaciones de gastos» y el arte de los sobresueldos en la política española
En los últimos tiempos, la vida política española ha estado marcada no solo por los hechos y decisiones de sus protagonistas, sino también por la riqueza de una jerga particular que refleja prácticas cuestionables. Expresiones como “liquidaciones de gastos”, “chistorra” o “lechuga” han trascendido su significado original para convertirse en símbolos de una cultura política donde los sobresueldos y los pagos en metálico se camuflan bajo nombres coloquiales y aparentemente inocentes.
El diccionario informal del poder: de lechugas a chistorras
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha contribuido notablemente a la creación de un vocabulario que, lejos de clarificar, disfraza operaciones de dudosa transparencia. Así, un billete de cien euros es “lechuga”, uno de quinientos se llama “chistorra”, y los sobresueldos pasan a denominarse “liquidaciones de gastos”. Este lenguaje, propio de ciertos círculos y ambientes, sirve para normalizar prácticas que en otros contextos serían consideradas poco éticas o incluso ilegales.
No es casualidad que estas expresiones hayan calado en la cultura política y social. Su uso habitual en conversaciones informales entre dirigentes y militantes refuerza una percepción de impunidad y astucia. Como en otros ámbitos donde el argot define realidades paralelas —por ejemplo, la diferencia entre un “pollo” en una pollería y un “pollo” en una barra americana, donde este último se refiere a un gramo de cocaína—, en la política las palabras también ocultan más de lo que revelan.
El arte de vivir sin dejar rastro bancario
Más allá del vocabulario, lo que sorprende es la habilidad de ciertos políticos para mantener un elevado nivel de vida sin apenas movimientos bancarios registrados. El manejo de grandes cantidades de dinero en efectivo, los pagos con “chistorras” o “lechugas” y la aparente facilidad para ingresar sumas considerables sin justificación clara representan, en sí mismos, una verdadera obra de arte dentro de los márgenes de la legalidad.
En este contexto, la permanencia de figuras como José Luis Ábalos en el Congreso, a pesar de las polémicas, resulta menos sorprendente de lo que podría parecer. Con estas destrezas, argumentan algunos observadores, lo raro sería que no hubiera aspirado a cotas aún más altas dentro del poder ejecutivo. Sin embargo, la competencia interna del PSOE, encabezada por Pedro Sánchez, ha dejado el listón muy alto.
Confesiones y normalización de prácticas cuestionadas
Recientemente, el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha admitido haber recibido pagos en metálico del partido, bajo el eufemismo de “liquidaciones de gastos”. Esta declaración, realizada en un contexto de creciente presión mediática y judicial, ha sido interpretada como un intento de adelantarse a posibles pruebas comprometedoras. Sánchez sugiere que este tipo de prácticas son habituales, lo que plantea un serio problema ético y moral: ¿es aceptable normalizar el cobro y pago de sobresueldos en efectivo en una administración pública moderna?
La situación se torna aún más extraña si consideramos que el uso del dinero en efectivo, especialmente en grandes sumas, está cada vez más restringido por la normativa europea y española. La percepción de que “todo el mundo lo hace” no solo resulta peligrosa, sino que contribuye a la erosión de la confianza ciudadana en las instituciones.
Un escenario político plagado de paradojas
El panorama político actual está repleto de contradicciones. Sorprende que figuras controvertidas como Ábalos sigan ocupando cargos públicos, mientras otros partidos, sindicatos o actores políticos adoptan posturas inesperadas en asuntos internacionales o sociales. El reconocimiento explícito de prácticas opacas, lejos de provocar consecuencias inmediatas, parece formar parte de una normalidad preocupante en la vida pública.
Así, mientras unos pasan de la “dieta de las chistorras” a la de las “lechugas”, el debate sobre la ética y la transparencia en la política española permanece abierto. La sociedad, cada vez más atenta a estos detalles, espera respuestas y, sobre todo, cambios sustanciales que devuelvan la confianza en quienes ocupan cargos de responsabilidad.
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