¿Franco ha muerto? El legado de la dictadura, 50 años después
Este 20 de noviembre de 2025 se cumplen cincuenta años de la muerte de Francisco Franco, el dictador que gobernó España durante casi cuatro décadas. Medio siglo después, el país sigue debatiéndose entre la memoria y el olvido, con heridas que, según asociaciones memorialistas, aún no han cicatrizado ni en las familias de las víctimas ni en la sociedad española.
- ¿Franco ha muerto? El legado de la dictadura, 50 años después
- Una herida heredada de generación en generación
- El lento avance de la memoria y la justicia
- Símbolos y monumentos: una memoria en disputa
- El desafío de las asociaciones y partidos franquistas
- Justicia y reparación: cuentas pendientes
- El franquismo en el debate educativo y social
- La normalización del franquismo en la política y la sociedad
- Conclusión: un reto para la democracia
Una herida heredada de generación en generación
El fin del franquismo no supuso el cierre inmediato del dolor. El anuncio de la muerte del dictador recorrió el país y el mundo, generando una mezcla de esperanza y temor. La transición democrática se inició sobre una estela de represión: entre 1936 y 1945, la violencia dejó 160.000 asesinados, más de 100.000 desaparecidos y 150.000 exiliados. A ello se suman miles de presos políticos, bebés robados, torturados y la existencia de numerosas fosas comunes, muchas aún sin exhumar.
Las asociaciones memorialistas insisten en que el duelo por las desapariciones y la represión sigue presente. Tina Merino, presidenta de la Asociación de Familiares del Memorial de Villanueva de la Serena, recuerda que “el duelo de las desapariciones, la violencia y la represión es una herida heredada de generación en generación”. Reclama que aún falta reconocimiento institucional y que el paso del tiempo no basta para cerrar estas heridas.
El lento avance de la memoria y la justicia
A pesar de los avances en reconocimiento y retirada de símbolos franquistas, las asociaciones memorialistas advierten de la insuficiencia de los recursos destinados a exhumaciones e identificación de víctimas. Los datos son elocuentes: de los 8.941 cuerpos exhumados entre 2019 y 2025, solo se han identificado 70. La creación de un banco de ADN y una oficina integral para las víctimas siguen siendo demandas urgentes.
La Ley de Memoria Democrática, aprobada en 2022, obliga a retirar los vestigios franquistas de los espacios públicos y a elaborar un inventario nacional de símbolos y monumentos, pero la ejecución es lenta y depende de la voluntad de los ayuntamientos y comunidades. Madrid, por ejemplo, conserva decenas de calles y centros públicos con nombres de figuras del régimen.
Símbolos y monumentos: una memoria en disputa
El debate sobre qué hacer con los monumentos y emblemas franquistas sigue abierto. Para Daniel Rico, profesor de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Barcelona, “no existe una política de memoria seria respecto a los monumentos franquistas». Mientras se anuncia la retirada de símbolos, se promueven concursos para resignificar espacios como el Valle de Cuelgamuros, lo que pone en evidencia las contradicciones del Gobierno en materia de memoria.
El desafío de las asociaciones y partidos franquistas
La reciente decisión del Ministerio de Cultura de iniciar los trámites para extinguir la Fundación Francisco Franco y otras entidades afines es significativa, pero no pone fin a la actividad de numerosos colectivos que reivindican el legado de la dictadura. Plataformas como la 2025, la Hermandad de Defensores de Oviedo o el Movimiento Católico Español mantienen viva la exaltación del franquismo, organizando actos y manifestaciones cada aniversario de la muerte del dictador.
La Falange Española de las JONS, registrada como partido político, sigue exhibiendo simbología franquista y organizando actividades sin que prospere su ilegalización. La Ley de Partidos, reformada en 2002, solo permite la disolución de formaciones que atenten contra el sistema democrático mediante violencia o terrorismo, lo que deja margen para la continuidad de estos partidos siempre que eluden esos extremos.
Justicia y reparación: cuentas pendientes
La investigación penal de los crímenes del franquismo sigue siendo una asignatura pendiente. La Ley de Memoria Democrática reconoce el derecho de las víctimas a la verdad, pero los tribunales han desestimado hasta ahora todos los recursos presentados por la Fiscalía y las asociaciones, alegando prescripción de los delitos y la aplicación de la Ley de Amnistía de 1977. El Tribunal Constitucional ha mantenido esta postura, remitendo a las víctimas a la vía civil para ejercer sus derechos.
El franquismo en el debate educativo y social
El legado de la dictadura también se discute en las aulas. Según una encuesta reciente del CIS, casi el 20% de los jóvenes entre 18 y 24 años considera que la dictadura fue “buena o muy buena”. Profesores advierten que el currículum escolar abarca de forma superficial la represión y la memoria, mientras que el consumo de contenidos en redes sociales refuerza narrativas distorsionadas o favorables al franquismo.
La presencia de bulos y desinformación en internet, muchas veces impulsados por la extrema derecha, dificulta la transmisión de una visión crítica y rigurosa del pasado. Toni Morant, profesor de Historia Contemporánea, subraya la necesidad de enseñar a los jóvenes a ser críticos con la información y fomentar el estudio del franquismo para combatir el revisionismo.
La normalización del franquismo en la política y la sociedad
La extrema derecha ha desempeñado un papel clave en la normalización del discurso franquista, según la politóloga Anna López Ortega. Vox, en particular, ha legitimado narrativas antes marginales, obligando a la derecha tradicional a adoptar parte de ese marco para no perder apoyo electoral. La retirada de leyes de memoria autonómica y la implantación de “leyes de concordia” son ejemplos de esta tendencia, que busca equiparar bandos y diluir las responsabilidades del régimen.
La falta de ruptura simbólica y política con el pasado franquista distingue al conservadurismo español de otras derechas europeas. Esta herencia no resuelta dificulta la consolidación de una memoria democrática y deja espacio al negacionismo y la reinterpretación interesada del pasado.
Conclusión: un reto para la democracia
Cincuenta años después de la muerte de Franco, España sigue enfrentándose al reto de abordar de forma efectiva su pasado dictatorial. La memoria, la justicia y la reparación continúan siendo exigencias de víctimas y asociaciones. Mientras persista la presencia de símbolos, discursos y organizaciones que reivindican el franquismo, la democracia española tendrá ante sí la tarea de no olvidar y de consolidar una cultura democrática basada en la verdad y el respeto a los derechos humanos.
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