La memoria de la Cárcel de Carabanchel: un símbolo en lucha por el reconocimiento antifascista
Han pasado diecisiete años desde la demolición de la histórica Cárcel de Carabanchel, uno de los emblemas de la represión franquista en Madrid. Este miércoles, el Gobierno ha anunciado la próxima declaración de parte de sus terrenos como lugar de memoria, un paso largamente esperado por asociaciones, víctimas y familiares de los antiguos presos, que reclaman la creación de un centro de documentación y homenaje permanente.
Un lugar marcado por el olvido y el dolor
La demolición de la Cárcel de Carabanchel, llevada a cabo en octubre de 2008, supuso un duro golpe para quienes luchan por preservar la memoria histórica. El solar vacío, convertido en un descampado, es para muchos un símbolo de memoricidio: la destrucción física y simbólica de un espacio cargado de historia y sufrimiento. “Era como si nos hubieran derribado a nosotros mismos, a los miles de presos y familiares”, recuerda Yenia Camacho, hija del histórico sindicalista Marcelino Camacho, al rememorar su visita al lugar tras la demolición.
La cárcel, inaugurada en 1944 para sustituir a la Modelo de Madrid tras su destrucción en la guerra, operó hasta 1998. Durante más de medio siglo, fue epicentro de la represión política franquista, albergando a presos políticos de toda España. La decisión de derribarla, tomada en tiempos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se realizó pese a la oposición de antiguos presos, asociaciones vecinales y colectivos memorialistas, dando paso a años de abandono institucional.
Represión, resistencia y solidaridad
El penal fue construido en parte con el trabajo forzoso de presos republicanos, quienes levantaron su propia prisión. Lejos de las condiciones mínimas, los internos vivieron hacinados: espacios previstos para 300 personas llegaron a albergar hasta 5.000. Entre sus muros transitaron figuras clave de la resistencia antifranquista, como Julián Grimau, Joaquín Delgado, Francisco Granado, Nicolás Sartorius o tres de los últimos ejecutados por la dictadura en 1975.
La represión se tradujo en torturas, malos tratos y centenares de ejecuciones, tanto dentro de la cárcel como en recintos colindantes. Solo en su primera década, se documentaron al menos 183 ejecuciones y más de 200 muertes atribuidas oficialmente a enfermedades o accidentes, que en muchos casos ocultaban la violencia sistemática contra los presos.
- La cárcel fue un punto de encuentro y organización para la militancia antifranquista. Los internos crearon redes de solidaridad gestionando recursos comunes y apoyándose mutuamente.
- Las familias, especialmente las mujeres, desempeñaron un papel clave en el sostenimiento y la lucha, organizando la vida fuera y dentro del penal.
- Desde el encierro se impulsaron protestas, huelgas de hambre y demandas por los derechos de los presos políticos, en constante comunicación con el exterior gracias al apoyo de familiares y abogados.
El reconocimiento oficial: ¿un primer paso suficiente?
El reciente anuncio del Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática sobre la declaración de la Cárcel de Carabanchel como lugar de memoria llega tras décadas de exigencias de asociaciones y víctimas. Sin embargo, para los colectivos implicados, no basta con la instalación de una placa conmemorativa o el reconocimiento simbólico.
Las demandas se centran en la creación de un centro físico de documentación e investigación en el propio emplazamiento, que recoja testimonios, archivos, fotografías y videos históricos. La finalidad: rendir homenaje a las víctimas y explicar con rigor el funcionamiento y la historia del penal, contribuyendo a la educación sobre el pasado reciente de España.
Un patrimonio en riesgo: restos y memoria
El futuro centro de memoria podría ubicarse en el antiguo hospital penitenciario, el único edificio original que se conserva íntegramente y que actualmente funciona como Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), una situación que los familiares de las víctimas califican de paradójica y dolorosa. Además, existen indicios de la existencia de galerías y celdas subterráneas, cuyos vestigios podrían contribuir a la recuperación integral del espacio.
La conservación de los restos materiales es vista como fundamental para entender la magnitud de la represión y evitar que la historia caiga en el olvido. “Recuperar y difundir la historia de la cárcel es una deuda histórica con quienes lucharon por la libertad y la democracia”, subrayan desde la Asociación de Vecinos de Carabanchel Alto.
La necesidad de preservar la memoria democrática
Para los familiares y asociaciones, el olvido y el abandono institucional equivalen a una segunda condena para las víctimas. La historia de la Cárcel de Carabanchel, marcada por la violencia franquista pero también por la resistencia y la solidaridad, representa una advertencia contra los riesgos de negar el pasado.
“Condenar al olvido a quienes sufrieron y lucharon es traicionar nuestra propia historia”, señalan quienes llevan años impulsando el reconocimiento. La memoria democrática, insisten, sigue siendo una asignatura pendiente en España, y la recuperación de espacios como Carabanchel es un paso imprescindible para saldar esa deuda.
Conclusión
La inminente declaración de la Cárcel de Carabanchel como lugar de memoria supone un logro para quienes han luchado por preservar su historia, pero el reto es mayor: convertir ese reconocimiento en una verdadera herramienta de educación, homenaje y prevención, para que nunca más se repitan los horrores de la represión y el olvido.
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