La ofensiva diplomática de España con China: ¿beneficio real o acercamiento arriesgado?
La relación bilateral entre España y China ha cobrado un protagonismo notable en los últimos años, especialmente a raíz de iniciativas diplomáticas de alto nivel y acuerdos económicos de gran envergadura. Sin embargo, el análisis detallado de los beneficios para España plantea serias dudas sobre si este acercamiento está justificado o si, por el contrario, roza una sumisión excesiva hacia el gigante asiático.
- La ofensiva diplomática de España con China: ¿beneficio real o acercamiento arriesgado?
- El giro global tras la pandemia y el nuevo contexto internacional
- Responsabilidades compartidas y competencia desleal
- La nueva diplomacia española: visitas reales y estrategia gubernamental
- Intereses económicos: déficit comercial y oportunidades limitadas
- Inversiones chinas en España: ¿oportunidad o dependencia?
- El caso Huawei y las dudas sobre la seguridad digital
- Una política exterior errática y falta de análisis crítico
- Lecciones del Sur Global y el riesgo de la complacencia
- Conclusión: la necesidad de una política exterior equilibrada
El giro global tras la pandemia y el nuevo contexto internacional
La irrupción de la pandemia de COVID-19, originada en territorio chino, supuso un punto de inflexión para la percepción de Occidente respecto a su dependencia de China. Tras décadas de apertura y deslocalización de cadenas de suministro estratégicas, los países occidentales, liderados por Estados Unidos, han iniciado una tendencia hacia la desglobalización selectiva y la fragmentación de los mercados.
Este nuevo contexto ha tensionado la relación entre China y Occidente, evidenciando la hostilidad de Pekín bajo el liderazgo de Xi Jinping. A pesar de su discurso de autosuficiencia, el desarrollo económico y la seguridad de China siguen dependiendo de sus relaciones exteriores: sus empresas estatales operan en el extranjero, obtienen recursos naturales vitales y venden manufacturas a mercados internacionales.
Responsabilidades compartidas y competencia desleal
Gran parte de la situación actual se atribuye a la política industrial agresiva de China y a su competencia desleal en el comercio global. Desde su ingreso en la Organización Mundial del Comercio en 2001, China ha resistido a la adopción plena de las reglas del libre mercado, aprovechando la falta de mecanismos de expulsión y los vacíos regulatorios para imponer sus condiciones y debilitar desde dentro el sistema de Bretton Woods.
Aunque China es una fuente de oportunidades, el perjuicio causado a numerosos países, incluidos aquellos que dice proteger en el Sur Global, es difícil de cuantificar. El acceso privilegiado a los mercados occidentales y la ausencia de reciprocidad han sido factores clave de su crecimiento a costa de terceros.
La nueva diplomacia española: visitas reales y estrategia gubernamental
En este escenario de creciente tensión, España ha optado por una aproximación diplomática significativa con China. Los Reyes de España visitan esta semana el país asiático, siendo Felipe VI el primer monarca europeo en realizar una visita oficial desde 2018. Esta iniciativa, alineada con la política exterior impulsada desde el gobierno, se suma a las tres visitas de Pedro Sánchez a China desde 2023, en pleno periodo de fractura entre Pekín y Occidente.
Este acercamiento se produce en un contexto marcado por desacuerdos significativos: desde la gestión de la pandemia, el respaldo de China a Rusia en la guerra de Ucrania, las denuncias de crímenes de lesa humanidad en Xinjiang, hasta la deriva autoritaria del régimen de Xi Jinping y las crecientes tensiones comerciales.
Intereses económicos: déficit comercial y oportunidades limitadas
Uno de los argumentos esgrimidos para justificar la política de acercamiento a China es el pragmatismo económico. Sin embargo, los datos comerciales no respaldan la existencia de un beneficio sustancial para España. En 2024, las exportaciones españolas a China ascendieron a aproximadamente 7.400 millones de euros, mientras que las importaciones superaron los 45.000 millones, lo que sitúa a España entre los países europeos con mayor déficit comercial frente a China.
- Alemania y Reino Unido exportan a China 12 y 6 veces más que España, respectivamente.
- Francia y Países Bajos triplican las exportaciones españolas.
- Italia y Suiza duplican las cifras españolas.
China representa apenas el 1,9% de las exportaciones totales de España, destacando principalmente la carne porcina como producto estrella. A pesar de los esfuerzos diplomáticos, China impuso aranceles a este producto, afectando especialmente al sector español.
Inversiones chinas en España: ¿oportunidad o dependencia?
En el apartado de inversiones, la reciente alianza entre CATL (fabricante chino de baterías) y Stellantis para construir una planta en Zaragoza, con una inversión de 4.000 millones de euros, ha sido celebrada políticamente. Sin embargo, la transferencia tecnológica es limitada y la mayor parte de los trabajos iniciales recaerán en mano de obra china, lo que deja a España en la parte baja de la cadena de valor. Además, el interés chino en instalarse en Europa responde en gran medida a la necesidad de sortear los aranceles aplicados a los vehículos eléctricos.
Pekín se resiste a transferir tecnología, argumentando razones de seguridad nacional, mientras que en España se aplauden estas inversiones sin exigir condiciones de reciprocidad similares a las que China ha impuesto a los inversores extranjeros durante décadas.
El caso Huawei y las dudas sobre la seguridad digital
El papel de Huawei, gigante tecnológico chino, añade un componente de preocupación en la relación bilateral. La Unión Europea recomienda restringir la presencia de Huawei en las redes 5G por motivos de seguridad, pero España ha firmado recientemente contratos para que la compañía gestione datos sensibles del Ministerio del Interior. Además, encuentros de alto nivel, como la reunión a puerta cerrada entre Salvador Illa y representantes de Huawei, se han realizado sin transparencia pública.
La falta de cuestionamiento político sobre el papel de Huawei y su vinculación con el régimen chino es un reflejo de la escasa crítica interna sobre la orientación de la política exterior española respecto a China.
Una política exterior errática y falta de análisis crítico
La actitud de España hacia China ha sido inconsistente a lo largo del tiempo, con ejemplos como la defensa del levantamiento del embargo de armas por parte de un embajador durante el gobierno de Zapatero o la firma de acuerdos de cooperación con el Partido Comunista chino por parte de altos cargos del PP. Existe un consenso político y diplomático que posiciona a España como «el mejor amigo de China en la UE», una percepción que no se traduce en beneficios tangibles.
La «asociación estratégica integral» con China, al igual que otras denominaciones utilizadas por Pekín con distintos países, carece de contenido práctico real y responde a criterios de interés y jerarquía más que a una relación de igualdad y reciprocidad.
Lecciones del Sur Global y el riesgo de la complacencia
Muchos países del Sur Global mantienen relaciones económicas intensas con China, pero suelen mostrar resistencia y cautela ante las condiciones impuestas por el país asiático. Sin embargo, en España predomina un consenso favorable a China, en parte por desconocimiento y en parte por inercia, que impide un debate crítico sobre los riesgos y desafíos de esta relación.
La ausencia de análisis y cuestionamiento puede conducir a que España caiga en una dinámica de dependencia similar a la experimentada por economías más vulnerables, seducidas por promesas de desarrollo y cooperación que no siempre se materializan en beneficios reales y duraderos.
Conclusión: la necesidad de una política exterior equilibrada
El acercamiento diplomático de España a China se produce en un momento de complejidad geopolítica y económica. Los datos muestran que los beneficios para España son, en el mejor de los casos, limitados, mientras que los riesgos de dependencia comercial y tecnológica son evidentes. Resulta imprescindible que la política exterior española hacia China se base en un análisis riguroso y en la defensa de los intereses nacionales, evitando caer en la complacencia o en la búsqueda de favores que difícilmente se traducirán en ventajas reales.
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