96 horas de angustia: Relato de la detención tras el asalto israelí a la Flotilla Global Sumud

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Crónica desde la Flotilla Global Sumud: 96 horas de detención tras el asalto israelí

La travesía de la Flotilla Global Sumud, que partió desde Barcelona con destino a las costas de Gaza, culminó abruptamente en la noche del 1 al 2 de octubre, cuando fuerzas israelíes interceptaron y abordaron las embarcaciones, incluyendo el Adara, donde viajaban 23 personas de 13 nacionalidades. Esta crónica narra las 96 horas que siguieron al asalto, desde la detención de los activistas hasta su salida de la prisión de máxima seguridad de Kétziot, en pleno desierto del Néguev.

Intercepción en aguas internacionales

A menos de un día de alcanzar Gaza y tras haber quedado la Flotilla sin escolta militar de Italia y España, un aviso a bordo del Adara alertó sobre la aproximación de una docena de barcos no identificados. La tensión creció rápidamente mientras la tripulación se preparaba para un posible abordaje, equipándose con chalecos salvavidas y siguiendo el protocolo de resistencia pacífica.

La primera intercepción ocurrió a las 21:30 horas, cuando el Alma, buque madre de la misión humanitaria, fue neutralizado. Poco después, el Sirius corrió la misma suerte. Finalmente, el Adara, que había asumido el liderazgo tras la pérdida de comunicaciones por la inhabilitación del sistema de radio VHF, fue rodeado por lanchas rápidas provenientes de buques militares israelíes.

A las 22:30, dos navíos intensificaron la presión lanzando chorros de agua y gases irritantes, provocando dificultades respiratorias y escozor en los ojos de los ocupantes. Los soldados abordaron el barco, armados y con instrucciones claras: “Si no se resisten no habrá ningún problema”, anunciaban por altavoces. Tras inmovilizarlos y cortar todas las comunicaciones, los efectivos procedieron a cachear e identificar a todos los presentes.

Traslado a tierra y detención

Durante cerca de veinte horas, los pasajeros del Adara permanecieron bajo vigilancia, con movimientos restringidos y sin posibilidad de comunicarse entre sí ni con el exterior. El trato, documentado por los propios soldados para difundir una imagen de “trato humanitario”, contrastaba con el hostigamiento y las amenazas que recibían quienes mostraban alguna resistencia.

Una vez que las 45 embarcaciones de la Flotilla fueron interceptadas, aproximadamente 500 personas fueron trasladadas al puerto israelí de Ashdod. Allí, activistas, médicos y periodistas fueron retenidos durante unas cuatro horas, sentados en filas con las manos en alto, bajo amenazas e insultos. Personalidades como Greta Thunberg y tripulantes de origen judío fueron fotografiados por separado ante banderas israelíes en un acto de propaganda.

Procedimientos burocráticos y traslado a prisión

Tras el desembarco, comenzó un riguroso proceso burocrático que incluyó cacheos, escáneres y la confiscación de pertenencias personales, muchas de las cuales no fueron devueltas. A cada detenido se le obligó a firmar documentos en hebreo y en inglés reconociendo una entrada “ilegal” en Israel y aceptando una deportación voluntaria en un plazo de 72 horas, sin la presencia de asistencia consular ni de abogados para la mayoría de los casos.

Posteriormente, los detenidos fueron trasladados en camiones penitenciarios, esposados y con escasa ropa, rumbo a la prisión de Kétziot, una instalación de máxima seguridad en el desierto del Néguev, habitualmente destinada a prisioneros palestinos acusados de terrorismo.

Condiciones en la prisión de Kétziot

La llegada a Kétziot se produjo de madrugada. Los hombres fueron conducidos a una jaula metálica al aire libre antes de ser distribuidos en celdas de unos 18 metros cuadrados, compartidas por hasta 14 personas. Las mujeres fueron recluidas en un módulo separado, donde una inscripción en el patio rezaba: “Bienvenidos a la nueva Gaza”.

Desde el primer momento, la estrategia de hostigamiento fue evidente: insultos, gritos, amenazas con armas, tirones de pelo y otras formas de maltrato psicológico y físico marcaron la estancia de los detenidos. Los recuentos eran frecuentes, incluso durante la noche, y en ocasiones se empleaban perros como medida de intimidación.

La atención sanitaria fue prácticamente inexistente. Los chequeos médicos se limitaban a una pregunta rutinaria y muchos no recibieron los medicamentos que necesitaban. Casos graves incluyeron a personas diabéticas privadas de insulina y a un senador irlandés con asma que solo recibió su inhalador tras dos noches de espera. En el módulo femenino, se desatendieron también necesidades médicas urgentes.

  • Agua potable ausente, solo disponible de grifos con agua turbia y sabor metálico.
  • Comida escasa y en mal estado, con productos caducados.
  • Varios detenidos iniciaron huelga de hambre en solidaridad con los presos palestinos.
  • Sin acceso a abogados, teléfonos ni contacto exterior durante toda la reclusión.

Procedimientos judiciales y deportación

Las vistas judiciales se realizaron en barracones dentro de la propia prisión. Se trató de procedimientos sumarios, sin presencia de abogados ni traducción adecuada, limitándose a informar que la deportación se produciría en las siguientes horas. La presión diplomática internacional aceleró el proceso para algunos países, permitiendo la salida anticipada de ciudadanos italianos, malasios y otros.

Para el grupo español, las liberaciones comenzaron el 5 de octubre, tras cuatro días de detención. Sin embargo, algunos activistas permanecieron más tiempo en prisión. La visita del consulado español solo sirvió para constatar la violación de derechos humanos y la urgencia de la liberación debido a la presión internacional.

Reflexiones finales tras la liberación

Al regresar a sus países de origen, muchos de los participantes coincidieron en una dura reflexión: “Si fuéramos palestinos, ya estaríamos muertos, hubiéramos sido asesinados por el ejército israelí. Éramos terroristas”. Esta experiencia, marcada por la violencia institucional y la falta de garantías legales, pone de relieve la situación de los miles de palestinos que atraviesan circunstancias similares, pero sin la protección ni la visibilidad internacional que otorga un pasaporte extranjero.

Impacto internacional y denuncia de derechos humanos

La detención de la Flotilla Global Sumud ha provocado una ola de protestas y denuncias a nivel internacional, evidenciando una vez más la compleja situación humanitaria en la región y la vulnerabilidad de quienes intentan romper el bloqueo sobre Gaza. El caso ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de garantizar el respeto a los derechos humanos y la protección de los activistas internacionales y, sobre todo, de la población palestina.

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